No encuentro un poema tan hermoso y lleno de significados para celebrar mi cumple que The Anniversary de John Donne. Desde el año pasado lo he tomado como emblema (si puedo decirlo así) y no me queda sino compartirlo en la parte que más me encanta:
ALL kings, and all their favourites, All glory of honours, beauties, wits, The sun it self, which makes time, as they pass, Is elder by a year now than it was When thou and I first one another saw. All other things to their destruction draw, Only our love hath no decay ; This no to-morrow hath, nor yesterday ; Running it never runs from us away, But truly keeps his first, last, everlasting day.
(y la excelente traducción de Octavio Paz)
Todos los reyes, todos sus privados, famas, ingenios, glorias, hermosuras, y el sol que marca el paso mientras pasan, son un año más viejos que hace un año cuando nos vimos por la vez primera. Todas las cosas van hacia su muerte y solo nuestro amor no se doblega. No tuvo ayer y no tendrá mañana; inmóvil, gira; corre y no se mueve; ni acaba ni principia, fijo día
Estoy en vísperas de mi cumpleaños. No es que le de importancia al evento, pero es que han sucedido muchas cosas en un año: nuevas personas aparecen muy al estilo de Quiet City, donde no buscas que suceda nada cuando conoces a una persona, pero ya desde las primeras palabras ha transformado tu destino. También aparecen autores, nuevos libros y muchos proyectos creativos, pero por el momento, todo el empeño va para el ensayo sobre Tepe. Se acerca la época más hermosa del año; tiempo para meditar, para cerrar ciclos y hacer balances, pero también para comenzar nuevos proyectos o para aterrizar sueños. Al final, díganme si no, la mejor época para enamorarse es el otoño, quién sabe por qué. No los atosigo. Estoy en vísperas de mi cumpleaños y ya me entra la nostalgia, jaja. Y ya que he dicho dos veces la palabra "Vísperas", lo que son las coincidencias, el salmo 94 que es el que hoy se lee en el oficio de vísperas dice:
Ojalá escuchéis hoy su voz: "No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto: cuando vuestros padres me pusieron a prueba, y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras."
Les juro que no lo busqué adrede. "Masá en el desierto", ¡caramba!, si apenas estoy en el bosque. Les endulzo la tarde con dos voces hermosas, Gabriela Anders, argentina-norteamericana, que ha fusionado las fuentes de los sonidos del continente:
y, una clásica en mis archivos, la genial Marisa Monte:
En estos días han sucedido eventos de todo tipo: el presupuesto de egresos parece una olla de porquería que está en ebullición; el Twitter (que carajos, nomás no me acaba de convencer) está a punto de ser una forma de agrupación colectiva, lo que demuestra que a la larga, el Internet puede ser más que foros y pasar a la acción. Se suspendió la Feria del Libro del Zócalo, la violencia se ha disparado en el norte pero también en las ciudades gringas, falla terriblemente la luz en Ozumba (los amigos de allá cuentan que son boicots) con lo que se cae el comercio, nuestros gobernantes locales parecen no terminar de entender la labor política y se pierden en la fotografía, etc. etc. etc. Mis ideas sobre nuestro tiempo son reductibles a la Cultura, y no me tachen de insensible o de egoísta, pero hasta este momento sigo creyendo que sólo la Cultura nos puede elevar en la sociedad, hacerle ver sus orígenes, su devenir y proponerse un cambio acorde a sus verdaderas necesidades y expectativas. Un pueblo sin memoria no puede ser pueblo, pero un pueblo sin cultura no es ni aquella definición técnica de la agrupacion de individuos con un fin común. No hay manera de concebir de otra forma el papel de la Cultura, porque incluso, en la búsqueda de vida extraterrestre (cómo me encantó la conferencia de la dra. Antígona Segura Peralta), los científicos han abandonado la idea de "inteligencia artificial" para buscar "civilizaciones comunicantes". La comunicación, sus herramientas y técnicas son indicios para comprobar que seres del mismo tipo han llegado a estructuras superiores de convivencia. La Cultura, nos rodea, pero también nos envuelve.
No soy un viajero , ni salgo más allá de 300 km del pueblo, pero en los viajes relámpago que he podido realizar, sigo estudiando los paisajes y repasando los eventos mundiales para ubicar en dónde estamos exactamente. Mi generación está viviendo una época inédita, que tenemos que ir desmembrando poco a poco pero sin comprender del todo. Insisto entonces, sólo la Cultura nos puede ayudar. Y pensemos que además, es lo único que nos une de verdad, pues la religión, la política, las distintas formas de pensamiento social sólo contribuyen a la división. La Cultura nos permite tener la primera cualidad para ser hombres colectivos, que es la tolerancia.
Muchas ideas como ven y quizá no tienen pies ni cabeza. Estoy trabajando muy arduamente para desentrañar el pasado de Tepetlixpa que ni he tenido tiempo de subir nada a La Cara del Cerro. Por las mañanas, entre 5 y 6 es mi mejor hora para escribir, con cafecito caliente y el frío de octubre, hay mucha más música sobre la cuál platicar, pero eso dejémoslo para la próxima semana. Finalmente, si alguién quiere hacerlo, mi lista de regalos para el próximo 30 incluyen: el tomo III de las obras completas de Octavio Paz, una pluma fuente, una camisa a rayas y un cuaderno para apuntes... no hay mesa de regalos, pero bienvenidos sean!
Bueno, el folk es una corriente musical que apenas si sienta bien a los auténticos "emocionales", porque sus letras siempre hablan de los sentimientos de las personas, no tan agresivo como el rock, que es una declaratoria sin cortapisas ni tan cursilón como las baladas, que son melcocha que se debe dosificar. Mi relación con el folk es una travesía de vericuetos que comenzó en 2007 a raíz de mi soltería a fuerzas. Los vericuetos se deben a que el folk es música en inglés, y comencé oyendo folk en español, de un demasiado folk Mikel Erentxun, aunque los resultados fueron excelentes para sentar emociones y ver pasar el tiempo, el desencanto y el desamor.
En fin, ahora del dejo una propuesta que lo reconozco, me gustó por ser algo de mi favorita Scarlett Johansson. Como actriz tiene sus momentos en que uno duda, como cantante, es mejor dudar doblemente, pero es hermosa, la adoro y al final su single "Relator" es como un momento para dejarse llevar por los demás, sacar el lado fresa y escuchar con audífonos en un día cualquiera cuando nos entra una ligera depre.
Entre mis recorridos por papeles viejos y libros investigando más sobre Tepe, sigo mi etapa musical. Creo que sólo hasta hace unos 20 días he visto con otros ojos al son jarocho y eso gracias a los videos que vimos el otro día en casa de Juan José, aunque podría ser desde el 15 en esa pachanguita a la que fuimos... como sea, el caso es que me gustan sobre todo los experimentos sonoros y encontré a este grupo Alegrías de a Peso, que realiza mezclas con los sonidos tradicionales de nuestra América. Del disco me encantó la perfecta fusión de la marimba nicaragüense, el acordeón del vallenato y las jaranas del son. En fin, no soy conocedor, ahí les dejo un poquito y mientras ustedes oyen, seguiré escudriñando el pasado de Tepe.
Quisiera poder compartir con todos los que me leen siquiera un pedacito de la gran emoción que tuve al encontrar a mi bisabuelo en mi revisión por la Historia de Tepe. Es demasiado hablarles de mi ascendiente, que tiene su propia historia rayando con los eventos nacionales: zapatista, sargento federal, escribano, redactor de contratos y funcionario público. Pero lo que sí quiero compartirles, porque puedo, es la emoción que sentí al encontrar entre los papeles que investigo ahora, su nombre, sus papeles, sus documentos. Apenas si lo conozco en fotos (que también descubrí por estas andanzas investigadoras hará un año cuando menos), pero sientoq ue me identifico con su caracter de hombre de letras. Hoy vi sus papeles manuscritos, una letra hermosa, un domino magistral del manguillo y una pulcritud que se refleja en que ninguna letras está de más o desaliñada. ¡Si supieran lo que sentí al encontrar su nombramiento de tesorero! Estoy emocionado, es todo lo que puedo decirles por el momento...
Para sentir a Cuernavaca, estando fuera de ella e incluso dentro, siempre hay que volver sobre el relato corto Cuernavaca, de Alfonso Reyes, donde narra los pormenores de una ciudad rodeada de vergeles y sorpresas mientras observa a las aves rayar su cielo.
El maestro nos regala una postal de Paisaje más que de Ciudad. Reyes examina con sabiduría los elementos que circundan Cuernavaca, consciente que el encanto de esa ciudad-pueblo es su naturaleza, no mágica pero sí muy sensorial, donde: los volcanes, transparentes a la madrugada, cuando los poderes de la tierra, iglesias y cuarteles, dejan oír los primeros toques de campanas y de clarines, se dejan ver poco a poco envueltos en un fulgor de azafrán, manchado de nubecillas negras y cruzado de bandas azules en abanico…
El texto es de los años cuarenta, cuando el furor de los extranjeros va decayendo un poco y la ciudad adquiere su propio perfil. Pero esta etapa no es decisiva, ni concluyente. El problema primordial de Cuernavaca es su falta de definición de identidad, pues ha estado entre la ciudad de trashumantes y viajeros de paso, y el lugar del exilio definitivo (involuntario pero necesario) de migrantes. Cuernavaca es de Morelos la menos morelense de sus poblaciones, y el que sea la capital del estado es tan solo una delicada ironía. Lugar de partidas más que de llegadas y de arraigo a cambio de olvido, no es su clima bondadoso lo que la hace ser una ciudad con vida propia, sino el poder que hay en sus callejuelas y su paisaje circundante, orgiástico, imposible, decadente, para que la vida se detenga y se reinvente. Por eso la validez del relato de Reyes, la fuerza de su argumento de inmutabilidad: siempre igual y siempre cambiante, el drama del amanecer y el anochecer vale por sí solo, visto desde aquel aéreo balcón, la estancia en Cuernavaca.
Reyes hace un recorrido por las andanzas históricas de la ciudad, sus visitantes, sus invasores, los ilusos que compartieron el cielo morelense con las realidades sociales del pueblo. Y es esa mescolanza la que dará esa conformación dinámica de Cuernavaca, tierra típica y de color local, por su sustancia comienzan a correr los morbos extraños. Porque el texto, con toda su edad, se adelanta a el influjo que a futuro tendrían las oleadas de inmigrantes, sin saber que la definitiva, después del terremoto de 1985, sería la que engendraría a su clase media, el puntero de la capital del estado, los demandantes de cambios industriales y modernizadores que sin embargo no representan la conformación de una identidad ideológica sustentada en la pertenencia. Desde el tiempo de Reyes, confirmado en la época actual, en Cuernavaca, “pequeña Babel”, va naciendo una mescolanza de modas y maneras dignas de la atención del sociólogo.
Cierto que las migraciones como todo proceso de movilidad humana, termina siendo un movimiento cultural. Reyes se detuvo con atención en la vida sibarita, a ratos excéntrica, de las clases altas de la ciudad. Habla de los extranjeros que son insoslayables, como el embajador Morrow y de Maximiliano; pero también de los locales, innominados en su prosa pero presentes en espíritu: uno los siente jugar en el campo de golf y beber tragos en la terraza del Hotel Bellavista.
Reyes y muchos escritores de Cuernavaca han dejado de lado a la clase popular, la masa informe que no tiene distracción fuera del Parque Revolución, ni los migrantes guerrerenses que fundaron la bravía colonia Antonio Barona (general Antonio Barona, corregía un amigo). Pasan en blanco.
Pero ¿es eso un error deliberado o una verdad? Hay que volver sobre Cuernavaca y su falta de identidad, donde el orgullo localista de las tertulias zamoranas y los corrillos musicales de Mérida con trova y jaranas yucatecas, simplemente no tienen correspondencia. Para eso hay que ir a Cuautla, a la calurosa Jojutla, donde se da un orgullo local disfrazado de logros, donde apenas va surgiendo una generación que se arranca los cabellos porque sus padres no conservaron el patrimonio cultural de sus poblaciones y junta ruinas para elogiar los pedazos de monumentos que les quedan.
Esto es un islote de gente que escapa de la vida: aquí se esconden los irregulares del sexo; los jóvenes que huyen el deber militar; los espías que han decidido no espiar nada, sino disfrutar simplemente su breve tránsito en la tierra; los cardíacos de la capital que han renunciado a la lucha; los que no quieren saber nada del mundo ni sus turbulencias; los monjes de la voluptuosidad; los últimos individualistas.
Cuernavaca es paisaje, lugar de encanto; el destino previo para seguir adelante, hoy como ayer. En todo caso, el lugar de descanso, de tabachines y palmeras en las avenidas. Ciudad de modernidad encolerizada que vende productos a las clases medias y hace crecer la parte oriente con plazas y centros comerciales. Todo el que llega a Cuernavaca queda condenado al desarraigo, a enamorarse de sus cielos y colores pero no a tenerlos para sí. Al final, propios y extraños hacen de Cuernavaca un objeto que se alaba, se añora y se hace objeto. En Cuernavaca, la gente ganará algo al final de cuentas si realmente quiere ganarlo: descubrir su humanidad, porque la ciudad de la eterna primavera es un escape donde no se echan raíces, solo se proyecta lo que uno es.
Esto debería ser para La Cara del Cerro, pero hay lugares que anulan las pertenencias y se convierten en un patrimonio universal; ese que no sabe de divisiones políticas ni de geografías. Hoy anduve descubriendo senderos antiguos. Los dominios de una familia del siglo XVIII que solicitaron 4 caballerías al rey de España aquí en los terrenos del poniente de Tepetlixpa. Di con el lugar a medias. Hay en efecto bardas coloniales, tecercas, una vegetación increíble y mucho sol... y también hay imágenes imponentes, como la de arriba, libélulas en movimiento, la flor más extraña del mundo porque parece que flota en el aire y se mece según la voluntad del viento. Libélulas matutinas, rojas, fetos de brujas que aún no son bolas de lumbre sino intentos de chispazos. Y en un lugar, ya más cerca del pueblo, bajo los pies del Iztaccíhuatl, los amarantos. Las terrazas de maíz, el sistema indígena de cultivo en terrazas, los texcales, lugar bravío de este rumbo, los caminos anegados. Historia en movimiento. Pero es en serio, habrá más de esto en la Cara del Cerro.