miércoles, 24 de marzo de 2010

Cuentos chinos

Para Laura, porque tu sí dominas el arte del cuentista




En últimas fechas mis actividades giran alrededor de libros y lecturas que hasta he terminado involucrando en eso de copias y bibliotecas a medio mundo. Antes de que mi espalda se destruya o el cuello me haga maldecir a las sillas, quisiera compartirles lo que pueden encontrar en la antología El joyero de la cortesana, una obrita publicada en 1989 por las Ediciones en Lenguas Extranjeras de Beijing,

La dinastía Song (960- 1279) y la Ming (1368-1644), en los que se escribieron estos cuentos, representan dos momentos capitales de la cultura china porque corresponden a momentos estabilizadores. La dinastía Song, precedente de la cultísima dinastía Tang, unificó por primera vez a China, consolidó los avances culturales e implementó contundentemente las reformas administrativas que servirían para el advenimiento de la economía de mercado. La mayoría de los cuentos son precisamente el retrato de ese tiempo y su sociedad, aunque claro, el cuentista se convierte en un pensador colectivo mientras ejerce su oficio. Los “cuentos chinos” son cuentos con un fin preponderantemente oral, instructivo y aleccionador pero no moralizante; son narraciones y folklóricos, son absolutamente populares.

A diferencia del gran corpus cuentístico “exótico” que son las Mil y Una Noches, los personajes de los cuentos chinos no son seres voluptuosos, sino discípulos de Confucio, por lo tanto, creyentes y conscientes de que el Cosmos es una armonía que regula todos los niveles de la vida y aún, a los seres inanimados. Esa conciencia colectiva de la armonía y la contemplación imprime características propias de la cultura oriental, como el antiguo ideal de la dinastía Tang según el cual el hombre tenía que ser universal y en consecuencia, antes de pensar en formar familia o trascender individualmente, el individuo tenía que ser (o convertirse) en un poeta, un pintor y un hombre de Estado, o lo que es igual, en un erudito.

En consecuencia, los personajes de estos cuentos actúan inconscientemente para cumplir ese ideal. El narrador relata los exámenes imperiales, la vida palaciega que sin embargo es burocrática; retrata a los eruditos en la contemplación de sus hermosos jardines o componiendo alguna pieza poética; estudiando libros clásicos, realizando operaciones comerciales, orando o dictando leyes, y nos introduce en la sociedad provincial que se refina: hermosos palacios, maderas pulidas, flores, vino de arroz, jardines zoológicos, joyas, escenarios como los poemas de Li Po.



Cuando se habla de una sociedad siempre se emiten juicios de valor. El canal que la humanidad ha utilizado para ellos es la poesía, ya sea en términos proféticos o incluso en sátiras. Tengo presente la película de Zhang Yimou, La maldición de la flor dorada (2006) que precisamente está ubicada en la época de la dinastía Tang. En la película, a determinadas horas del día unos monjes recitan algunos versos que contienen una reflexión profunda sobre el sentido del tiempo y el devenir; una suerte de oficio de las horas oriental que sin embargo supera con creces el ritual católico.

En El joyero de la cortesana, la inserción de poemas cumple la misma finalidad. Los versos se convierten en reflexiones, en arquetipos colectivos y en ellos descansa parte del subconsciente chino, universal y particular a la vez. Me refiero a que no tienen como pensaríamos un despliegue de efectos mágicos, o la intervención sin medida de seres sobrenaturales, prejuicio que se ha creado desde las películas de artes marciales plagadas de efectos especiales inverosímiles.

La cultura china en realidad no requiere de un sustento sobrenatural. El devenir de la vida está estrictamente ceñido a una predestinación, de modo que al hombre lo que le resta es hacer el bien y buscar su felicidad; eso sí, siempre dentro de esa necesaria armonía con el universo que le rodea. El poema se convierte en aforismo, como sucede con el inserto en el cuento “El erudito orgulloso”:


La prosperidad y la ruina están predestinadas por el Cielo

La felicidad y la calamidad están ordenadas por el hombre


El aspecto moralizante es tan sutil que no se convierte en una carga y por el contrario muestra muchos datos que ilustran sobre la sociedad de la época. Es una moral flexible, basada en la razón; pues para el erudito Song, la respuesta a todos los problemas de la existencia podía encontrarse con la debida hermenéutica en los textos clásicos del confucianismo.

También podemos encontrar algunos datos sobre el sistema legal Song, pero siendo un conocimiento particular, no es este espacio para tratarlo. Solo mencionaré que pueden encontrar similitudes con nuestras tradiciones contractuales de consignar operaciones por escrito, atestiguar, garantizar el acto y formalizar el documento fuente de la obligación, actos que se pueden observar en “El erudito orgulloso” y en “El hombre y el caparazón de tortuga”.

Los cuentos son reales, más bien sociológicos. Aunque sus principales personajes siempre son Shen Shi, la “pequeña nobleza” provincial, atinadamente abarcan a toda la sociedad sin ser mordaces sino simplemente justos. Observamos entonces a los monjes taoístas cuando bajan de sus monasterios a los pueblos para divertirse, bebiendo y comiendo sin cortapisas gracias a sus disfraces de gente común y corriente y luego ser desenmascarados públicamente; también a los comensales de tabernas, viajeros, pescadores, ladrones, prostitutas, vividores, viejos sabios y justos, parásitos de la vida cortesana, y a todo el mosaico de personas que conforman una civilización.

Dominar la escritura de un cuento es un gran arte, disfrutar buenos cuentos es cosa de decidirlo. ¡Ojalá puedan leerlos!

martes, 16 de marzo de 2010

Estampas "agustinas"

A raíz de un acalorado debate en la clase de Teoría Política es que estuve meditando sobre los agustinos. Meditar y no, porque en realidad sólo pienso en sus conventos y en lo que provocan; pienso en líneas muy generales sobre lo que hacían los agustinos y pienso en tantas cosas que me estoy perdiendo...
Debo confesar que me encanta el Arte Colonial. Es un gusto que no lo puedo explicar, pero que siempre ha estado presente y que me interesa mucho. Por fortuna, la región de los Volcanes tiene una rica veta de conjuntos conventuales y el vecino Estado de Morelos no se queda atrás. No es este el espacio para hablar de esas construcciones, y quisiera más bien compartirles unas fotos de algunos conventos agustinos a los que he ido.
San Agustín de Hipona fue tan gran polemista y sobre todo, tan erudito, que fue quien rectificó el rumbo (religiosa y dogmáticamente hablando) de la Iglesia Católica tras las bambalinas teóricas de San Pablo (y todavía se dió tiempo de escribir un tratado sobre Música.) Agustín sentó las bases de la Historia como un proceso que inicia con la creación del mundo y que terminará con el Juicio Final; introdujo la idea de la salvación del alma como un acto sobre todo individual, que debe pre-ocupar al individuo y ocuparle toda su vida. Además, contra los racistas, Agustín en algunas representaciones pictóricas se muestra tal como fue, un hombre negro que "conquistó" los círculos intelectuales de Roma.
Les dejaré fotos siguiendo además un estilo que me encanta de . Porque tienes la habilidad de mostrar escenas precisas que se vuelven imágenes cuando entran en el oído. Yo no uso grabadora y me acerco a lo interesante, pero heredero de tí, soy más bien el que se acerca a los muros de los conventos y pensando en tí, siento a los monjes del hábito negro pintando escenas bíblicas, leyendo La Ciudad de Dios en las solemnes bibliotecas, orando bajo los hermosos arcos de sus claustros o viendo los montes bajo los cartesonados únicos de sus porterías llenas de colores. Pienso en fray Luis de León, o Lutero, o cualquier monje agustino que tenga libros y escriba.
Estampas visuales pues, para tí sobre todo, L...


(Convento del Divino Salvador, Malinalco, Méx.)




(Portería del Convento de San Mateo, Atlatlahucan, Mor.)



(Convento de San Juan Bautista, Tlayacapan, Mor.)



(Parte del claustro, Convento de Santiago Apóstol, Ocuituco, Mor. Por cierto, el primer convento de agustinos erigido en América)

martes, 9 de marzo de 2010

Última imágen: Luz


Tengo mucha tarea pero quiero cerrar las "Imágenes" que les quería compartir con una estampa de luz. El fin de semana fue grandioso y lleno de enseñanzas. Que esta estampa sirva como un pequeñito homenaje a todo: a las sensaciones, a la perseverancia, la compañía y a tí, sí, a tí que lo lees, mushroom.
(y junto a la estampa un pequeño colofón. Saludos!!)


La luz

En la arquitectura gótica, la luz, pero más correctamente la luminosidad era el elemento que complementaba la idea de proporción; todos hemos visto alguna de esas construcciones, cuyas formas parecen juegos vegetales y masas sin aparente orden: la luz les da estabilidad, volumen y de algún modo, movimiento aparente.

Pero lo gótico no solo se entiende como forma sino como espiritualidad. La luz, simbólicamente allega al espectador una idea de espiritualidad abstracta cuando observa el edificio y más, cuando entra en él. Con los juegos de luz se fomentaba la introspección y resultaba posible un diálogo interno del hombre con su yo que “explica” al entorno como producto de la naturaleza y la divinidad misma.

La luz, y esto ya no solo en lo gótico permite contemplar. La corriente mística, que está en su momento de franca decadencia cuando el advenimiento del gótico, proponía una escala para ir accediendo a las verdades a través de la contemplatio. En el último peldaño estaría el cristiano, que tras el proceso meditativo habría llegado a conocerse y entregarse, y luego, con piedad, estaría en condiciones de manifestar la contemplatio y unirse realmente a la divinidad o en bellas palabras, del tipo del Maestro Eckhart, fundirse a la Luz.

Siglos después, al inicio del racionalismo filosófico, la idea sobre la potencia de Dios, esbozada por Spinoza, vuelve a usar la Luz. Según dicha filosofía, los hombres participan inmanentemente en un grado de dicha potencia divina; y para clarificarlo imaginemos algo: cierren los ojos, imaginen que entran a un recinto amplio, el que mejor les agrade según sus ideas y sus gustos. Abran los ojos: el recinto está lleno de luz, que se desliza como líquido y también como aire envolvente. Sientan la luz que los acaricia, que los ilumina; sólo concéntrense; al sentir la luz, el hombre, confrontado a su emoción estética se siente parte de la creación y capaz de un poder creador.


Fotografía

Un fotógrafo tiene la capacidad para leer un entorno; subraya, remarca lo que quiere, recorta o selecciona puntualmente las partes que más se adecuen a las emociones que quiere dejar capturadas. Cada fotografía responde a lo que tiene que decir sobre el mundo, utilizando el lenguaje que le provee el propio mundo.

El fotógrafo no re-crea, sino lee… y luego lo comparte.


jueves, 4 de marzo de 2010

De ciertas "melancolías"



Continuemos con estas entregas "inéditas".

La acedia


Hablemos de ese estado emocional que es tan único, mezcla de melancolía, desazón, inactividad, encierro, introspección, pereza, abandono y ganas de no hacer nada.

Hoy en desuso, la acedia fue lugar común durante la antigüedad para expresar un estado emocional vinculado con la tristeza, la pereza y la melancolía. “Cansancio del corazón”, como dice Cassiano, la acedia tuvo una especie de evolución en su clasificación patológica, pasando de un estado emocional propio de los anacoretas luchando contra las tentaciones, a ser reducido como “pereza” y luego ser considerado como un pecado, atribuido en la Edad Media a la acción del demonio del medio día. Interesante mutación: la acedia cobró factura de sensualidad.

Si tenemos acedia, ¿qué se puede hacer? Se diluye con el acto de pensar; al reflexionar y dejarse llevar por las emociones y sensaciones que provocan los entornos melancólicos la acedia comienza a desaparecer. Entonces surge una contradicción, porque la melancolía también es lugar creativo.

Gracias a esa última razón, la acedia suele ser considerada una enfermedad de poetas, y el enfermo por antonomasia, Petrarca.

Henning Boëtius, en el epílogo de su novela El retrato de Laura, menciona de paso la acedia del poeta: “Son los estados anímicos de un Yo errante que se siente solo y al mismo tiempo, precisamente porque se mueve, y además sin rumbo, vive mucho y por ellos está solo de una forma distinta y desde luego más bella que el prisionero”.

Acedia, hoy en desuso, es un estado emocional más que melancólico: es un estado para el encuentro de contrariedades, y como tal, despeñadero para caer o puerto para que el alma alce vuelo.