martes, 27 de julio de 2010

Inventos inverosímiles y clarividentes: de la Máquina de Pensar a las Cañas Militares


La Máquina de Pensar

Nuestra mente siempre está trabajando. Bueno, en algunos casos no, pero siempre maquinamos algo, siempre queremos ver el otro lado de la luna.
Cosas inútiles, cosas sorprendentes, artefactos destinados a cambiar el mundo, adornos que no sirven para absolutamente nada... la lista de inventos es infinita, pero cómo no detenerse en los clásicos ejemplos: los hermanos Wright que querían hacer una especie de pájaro de papel y metal; el loco florentino Leonardo da Vinci que... bueno, da Vinci, ¿qué se puede decir?
De la inventiva del hombre hay cosas que me sorprenden por su clarividencia o por su arrogancia, pero siempre me sorprenden y sobre me hacen preguntarme: bueno, si se hubieran logrado, ¿qué sería hoy del mundo?
Antes, un poco antes. También han existido los inventos que han pasado desapercibidos por la historia y por los hombres. Pienso en aquel Geber Latino, seudónimo del árabe Yäbir inb Hayyän, científico del siglo VIII (aunque quizá en ese entonces sus tarjetas de presentación dirían "alquimista") que escribió un tratado descriptivo de la química experimental y estableció las bases para que los futuros alquimistas medievales se entretuvieran de lo lindo con nuevos reactivos, como el alcohol y los ácidos minerales.
Pero volvamos. Inventos inverosímiles no son sinónimo de fruslerías, a veces son clarividentes. Paracelso antes de morir estaba experimentando con unas "sales" presentes en los elementos químicos, que al ser extraídas de la naturaleza podrían alimentar a las plantas para que produjeran más alimentos.
Otro alquimista también clarividente fue el alemán Johann Rudolf Glauber, activo en la segunda mitad del siglo XVII. Glauber, impactado por la Guerra de los Treinta Años ideo la utilización de sus "ácidos" para fines militares. En efecto, propuso que se adoptaran unas "cañas militares" que en en forma de neblina rociarían a los ejercitos enemigos: ¡la ciencia también es poder! parecía gritarles Glauber. Pero no se crea que fue un monstruo. La alquimia también era filosofía y humanismo, de modo que en largas reflexiones morales examinó las muchas posibilidades de su invento, como el hecho de que el secreto fuera robado y los enemigos también tuvieran acceso a sus cañas y los alcances de una mortandad sistemática.

El señor Glauber (1604- 1670)

Envuelto en una polémica por la violencia de su invento, Glauber dió una justificación de sus ácidos respecto a la pólvora, el arma de destrucción masiva de la época barroca: "Con mi invento no muere ningún hombre y, no obstante, se arrebata la victoria de manos del enemigo. Y a los enemigos, apresados vivos y reducidos a la cautividad, se les puede obligar a trabajar y, en mi opinión, serán de más provecho que si se les mata". Y remata: "¿no es lícito acaso que catiguemos con la ceguera a nuestros principales enemigos, los turcos, y defendamos a nuestras esposas e hijos?" (Debus, Allen G., El hombre y la naturaleza en el renacimiento).
Dicen y dicen bien que es anacrónico utilizar nuestros conceptos éticos contemporáneos cuando analizamos el pasado, pero queda la especulación por fortuna. ¿Hoy en día, qué usaríamos si el señor Glauber hubiera proveido de "cañas" a todos sus contemporáneos? ¿Es lícito imaginar al padre Hidalgo rociando de lo lindo a los realistas porque al final de cuentas, era mejor dejarlos ciegos que permitir siguieran gobernando? Lo que es más ¿hasta dónde hubiera llegado Napoleón?
Pero terminemos con escenarios menos "ácidos", porque estoy seguro, apuesto mi cabeza, que si Raymundo Lull hubiera encontrado la manera de dar con todas las combianciones de la mente, su Máquina de Pensar nos ahorraría mucho esfuerzo, mucho esfuerzo.

1 comentario:

  1. Muy interesante, los datos históricos siempre han de ser fascinantes. Solo, por favor, déjame digerirlo.

    Muy bueno, me gustó la estructura de la entrada... Solo déjame digerirlo.

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