martes, 17 de noviembre de 2009

El panteísmo y la ciencia

Con tanto ajetreo no he podido acudir a esta orilla. El otro día la dra. Antígona Segura me hacía ver en un comentario que en su conferencia no habló de inteligencia artificial, sino de vida extraterrestre, que de hecho fue el título de su participación en el Jueves de la Ciencia.
Lo que quisiera compartirles ahora es a un tiempo una fe de erratas y un punto de vista. Lo segundo, porque en verdad la conferencia citada me hizo revolver muchas ideas y ensayar mezclas de la ciencia con la poesía. A estas alturas espero no equivocarme mas con los conceptos, así que les dejo la impresión original, del 22 de octubre.

Fui a Ozumba a la conferencia del Jueves de la Ciencia. Se presentó una doctora que abordó el tema de la vida extraterrestre, desde obviamente, una postura científica. Sobre los resultados, que me parecen interesantísimos, lo que se me quedó fue más bien una idea acerca del panteísmo. Esta declaración es un tanto enfática, pero dentro de la conferencia, la doctora comentaba que la vida es parte de una evolución constante, que las antiquísimas cianobacterias llegaron a “contaminar” tanto el ambiente con sus emanaciones de oxigeno, que permitieron el paso de una nueva forma de vida.

Pero hay precisiones importantes, por ejemplo, el estar conscientes que eso de “formas de vida” es una palabra hueca, ya que todo ser vivo sobre el planeta pertenece a una sola y definitiva forma de vida, delimitada por el oxígeno y por compartir condiciones globales de elementos, desde la temperatura hasta la posición respecto a nuestra estrella, el Sol. El panteísmo que digo más arriba es el de Walt Withman, que en una parte de su Canto a mí mismo dice que en realidad la muerte no existe, porque el surgimiento de una flor es señal de que la vida continúa en formas diferentes, por siempre. Es la misma idea de Elias Nandino, con su “polvo confluente”, que hace a la mariposa, el lobo, la bestia, partes del original polvo de los hombres. La conclusión es que sólo al poeta le cabe la concepción del infinito como un espacio que se puede reducir en la profunda intuición que le nace de su Arte. Sólo el poeta puede abarcar todas las formas del infinito, que contra la supuesta forma del espacio sideral, puede estar en las formas más minúsculas e insospechadas. Porque, ¿cómo no creer en un infinito de tramas y de mezclas? En el mundo de las bacterias, la sociedad humana es un infinito, y resulta que por pura sucesión se van formando miles de infinitos. Con todo eso, el infinito es una idea vaga que responde más al tamaño que a la inconmensurabilidad; entonces, puede que los humanos seamos unos seres pequeñísimos, insignificantes, pero es su producto, su mundo interno y el de sus invenciones culturales lo que lo eleva en la categoría de seres vivos. Con todo esto, amo mi condición humana.

Las ideas de la finitud de la tierra, del tiempo como algo innecesario para entendernos y sobre todo, el que los científicos no busquen “vida inteligente” sino “civilizaciones comunicativas” me pareció formidable. Cómo no, si resulta que no se puede medir la inteligencia sino la capacidad y las funciones del intercambio de comunicaciones, el surgimiento de tecnologías y herramientas que tienen por fin último comunicar a seres de la misma especie.


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