jueves, 24 de septiembre de 2009

Después del metro Balderas, una Revolución...? No creo



A raíz de los actos violentos de los últimos días (el “secuestro” de un avión comercial, la balacera en el metro Balderas y las explosiones en bancos) se han comenzado a emitir opiniones respecto a las posibles causas que los generaron. La explicación más contundente dice que son muestras de sociopatía, una disfuncionalidad para relacionarse correctamente en una comunidad por parte de personas que además, no son capaces de controlar sus niveles de ira y violencia.
Pero también se han esgrimido opiniones que me parecen sinceramente exageradas, aludiendo que esa “escalada” de violencia no es sino inconformidad de la sociedad para con su gobierno y sus semejantes. Incluso, que la violencia es el andamiaje para una que comience una Revolución, el próximo año.
Yo veo que las coincidencias por el bicentenario y el centenario de nuestros mitos fundantes alebrestan el sentimiento de más de uno. Igual que con el milenio, no observamos que las fechas son etapas más simbólicas que periódicas, y que las coincidencias son más bien un error táctico más una falta de memoria, como en la Historia sucede a menudo.
La violencia existe, eso es indudable. El poder también sufre de cambios fundamentales, pero hasta ahora no hay un vínculo que los aherroje y nos lance de frente a una nueva guerra. La violencia que ha generado expectativa está en el Distrito Federal, la ciudad más grande del mundo, y el narco lanza sus tentáculos por todo el país aunque hasta ahora aún es posible el tránsito relativamente seguro por la mayor parte del territorio. Luego, las revoluciones las han forjado las clases medias, y la “burguesía” mexicana está en uno de los más laxos periodos que se hayan visto.
Recién leí un ensayo de Augusto Isla, El sueño de Ismene (en La Jaula Sabia, 1997) donde retoma las falacias del liberalismo y la democracia como sustentos de la sociedad contemporánea. El ensayo me hizo observar perfectamente que una convulsión de la sociedad sólo se logra cuando el poder se ejercita contra lo desconocido, contra una otredad que implica Libertad. Desentrañando este argumento a propósito de los que piensan la inminencia de otra Revolución, resulta que la sociedad en la que vivimos ha “creado” libertades, aunque más bien, tras el fin del comunismo y la era de la globalización, dichas libertades tienen otra cara, son Disciplinas.
Lo intolerable de la sociedad moderna no reside tanto en el poder soberano, como en el disciplinario, en ese poder diseminado por todas partes, sin rosto, en constante movilidad, dice Isla; pero la violencia de los últimos días representa una forma individual de esa disciplina: el de personas que por sí mismas se sienten fuera de las reglas sociales, fuera de su economía, fuera del estatus o bien sin posibilidades reales de salir de su nivel. Romper con sus semejantes es romper consigo mismos, la representación a nivel personal de un poder que ejercitan contra los demás, poder dual que al atacar, destruye.
Hombres en pugna contra la sociedad en primer término son hombres luchando contra sus normas, y en términos de Isla, podría decir que son hombres cuyas disciplinas no encajan con la colectividad y deciden romperlas aparentemente dando al caño con las respectivas disciplinas de fulano y zutano que les hacen comportarse dignamente y seriecitos. Quizá hasta es tiempo de volver sobre la obra de Michael Foucault, de donde Isla toma sus ideas sobre la Disciplina, porque el poder no se manifiesta (ni se tambalea) en los centros, sino más bien en las extremidades, en instituciones concretas. Hacen falta entonces, más locos en todas las ciudades del país para pensar en una guerra: la Revolución, como decía don Daniel Cosío Villegas, murió en los cuarentas.

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