lunes, 17 de agosto de 2009

Babeando por Scarlett



¿Cuáles son las razones para babear por Scarlett Johansson? Las mías, para sumarme a los miles de fanáticos, comenzarían en realidad por el no se qué de la actriz danesa-americana que mezcla su voluptuosidad, la ambigüedad de su mirada y la fascinación de su cuerpo.

Sin embargo, no sólo es la arquitectura sexuada de su cuerpo, porque entonces sería una simple mujer buenona; una más en la constelación de mujeres plásticas con senos desafiantes y mirada entre perversa e inocente.

Para algunos admiradores, la Johansson es la versión contemporánea de Marilyn Monroe, y bueno, sí está entre las rubias deseables: nórdica, de labios sumamente sensuales y que tienen el cabello como extensión de su presencia; pero para mí, Scarlett va fusionando la larga tradición de rubias (¿qué sería?, desde Greta Garbo y un poco de Doris Day), actualiza eso de que “los caballeros las prefieren rubias” y es una mezcla entre lo más inocente de Ingrid Bergman y la desafiante Monroe que inauguró el imperio de Hugh Heffner.

Guillermo Cabrera Infante, maestro en la descripción de mujeres como Scarlett, hubiera escrito una picante, precisa (muy precisa) y candente descripción de la rubia por la que babeo, y más cuando no sólo es rubia sino de vez en vez una pelirroja agresiva o una morena en realidad un tanto seca. Pero el maestro ya no vive y siguiendo mi propia redacción, babeo y babearé por la Johansson que mezcla un cuerpo de 10, ojos penetrantes, la mirada profunda, esos ojos que a veces son verdes, a veces azules, el rarísimo juego de la nariz con los labios, unas piernas largas, caderas fuertes, pómulos exactos y lo camaleónicas que llegan a ser las mujeres con tan solo recogerse el cabello en una coleta (aunque, creo que la Scarlett más camaleónica sólo la he visto en algunos portafolios de Vogue y en Esquire).

Pero sobre todo, babeo por actitudes como la de Matchpoint, cuando Nola Rice enfrenta a Chris (Jonathan Rhys Meyers) fumando un cigarro y reduciéndolo a la estupidez con la seducción que le mana de los poros.

¡Oh Dios mío! Además hay muchas otras razones para envidiar a ese Chris…

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