Leyendo un poco sobre la llamémosle “teoría literaria virtual”, me siento involucrado totalmente, pues por principio de cuentas, soy parte de ese mundo. Además, las bondades de la misma me interesan: el hipertexto en verdad permite una mayor interrelación del creador con sus lectores; los medios sí se democratizan y surgen matrices únicas, donde los esquemas y estructuras de los textos no se ajustan únicamente a un intercambio entre dos personas de una idea, sino que cada texto puede amoldarse a una infinidad de necesidades y claro, de gustos.
Por los gustos es que se ha abierto un dilema entre el libro tradicional y la literatura virtual. Hace 10 años, se creía que el periódico y los soportes escritos tradicionales cederían completamente ante el empuje del e-book y de las revistas electrónicas. Hoy, ya casi para cerrar la primera decena del siglo XXI, vemos que no ha sido así. Para los que amamos los libros, nunca habrá un soporte que derrumbe el imperio de las tapas, el olor a madera e incluso el ritual de quitar el polvo a libros de todos los tipos y tamaños; pero ciertamente es una gran ventaja contar con recursos como el Internet que nos permiten lanzar nuestras ideas al espacio de la red.
Ahora que se habla con toda propiedad de una cyberliteratura que pondera la aparición de textos diversificados y el boom de una escritura de bloggers y espacios colectivos en redes sociales, páginas web o fanzines elaborados por el propio escritor, escribir sobre ellos, aunque sea brevemente, es en parte escribir sobre mi mismo. Si hace años, cuando en la prepa armábamos los proyectos en torno a revistas que pocos compraban, hubiera existido este boom, quizá los de mi generación hoy seríamos más “conocidos”, o por lo menos, habría bases para divulgar y formar grupos más homogéneos en torno a lo que generacionalmente nos identifica, pero en fin, las cosas pasan por algo.
Y por ese “algo” no se pude pasar desapercibido el gran problema de esta literatura sui géneris. Dênis de Moraes, escribiendo sobre el ecosistema virtual (obviamente, en un artículo de Internet) retoma las ideas de Fabio Lucas sobre la hipervelocidad en el dominio cultural, que no es sino la urgencia, la lógica emergente de las tecnologías de la información que bombardean datos a una velocidad exponencialmente más rápida que la capacidad humana de asimilación. Aquí en este blog sucede: voy más rápido de lo que me puedan leer, actualizo muy pronto.
Por eso nunca morirá el libro. Por eso uno se toma lapsos que escapan al tiempo para disfrutar cada página. Escapan al tiempo porque la lectura en sí misma, exige un tiempo distinto al de los hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario