domingo, 2 de agosto de 2009

Entre libro y Festival

El Festival llegó a su fin. A diferencia de abril, estos dos días se me hicieron más dificiles, un poco más estresantes, pero aún a pesar de lo mala leche que pueden ser algunos pseudo-artistas, lo más importante es que regresa la felicidad y esa satisfacción de que se ha dado buen fin a un gran proyecto.
Es verdad que cada día se aprende algo nuevo, y hay una lista disparatada que me gustaría mencionar, como eso de que la pizza sabe mejor con pimienta y ajo molido esparcido sobre la capa final, el que aún es impactante un pueblo que de pronto se queda sin luz; el Ser de la magia del radio, porque uno no tiene ni idea de cómo es físicamente el locutor y finalmente, que en las presentaciones artísticas más formales, donde hay un cañón de luz que sigue al artista, la sensación de ser el foco de atención va a filo de navaja entre la presunción y el desquebrajamiento por los nervios.

Ah... y ya terminé de leer a Sahagún. Y para ser más sincero, a veces sería bueno tener un sentimiento amoroso en el corazón.

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